sábado, 9 de octubre de 2010

VACIONES EN MÉXICO. 5ª PARTE: MÉXICO D.F.

Era día 15 de Septiembre del 2010. El día más esperado por todos los Mexicanos. Hace 200 años comenzó el proceso por el cual lograrían independizarse de España, el proceso por el cual adquirirían una identidad propia, mezcla de las antiguas culturas prehispánicas y de las normas y costumbres impuestas por la colonización española (como puede ser la imposición de la religión cristiana). Llegamos a la estación de autobuses tras un viaje de unas 11 horas de duración. Paola y yo decidimos esperar un poco en la estación a la llegada de Ignacio y Santiago, los hermanos Izquierdo. Para desgracia de éstos, o no, durante sus primeros días en México DF llovía tanto que decidieron seguir su viaje por Oaxaca y dejar la visita del DF para el final de la estancia de Santiago en México. Afortunadamente, durante esos días de visita de la capital del país, pudimos coincidir los 3 para celebrar la fiesta patria en el Zócalo, el centro de la capital. Durante el desayuno en la estación quedamos en esto, en ir al Zócalo. Ellos irían nada más instalarse en su hotel. Yo iría después, primero quería ir de compras para llevarme algunas cosas para España. Paola me iba a acompañar a comprar en el mercado de la Merced, famoso por la enorme cantidad de prostitución que existe en sus aledaños, y por el bajo coste de los servicios de éstas (20 pesos, que es poco más de un euro, según me dijo Paola, pero no llegué a confirmarlo cuando pasé al lado de decenas y decenas de prostitutas que ocupaban gran parte de una calle atestada de gente, tiendas y más gente). Según Paola es un sitio peligroso, pero a mí no me lo pareció. Ella no nos iba a acompañar en los festejos del Zócalo porque no se sentiría cómoda en un lugar atestado de gente, ¿o sería por que le avergonzaría estar rodeado de españolitos?.
Bueno, las compras fueron un poco agobiantes, debido al escaso espacio vital existente entre los puestos, al gran aglomeramiento de la gente, a ese nerviosismo previo a una celebración importante, al tráfico... Debido a ésto, y a que no encontramos los llaveros de los que en su momento me habló Paola estando en Manzanillo a punto de comprarlos alegando que en el DF eran más bonitos y baratos, sólo me dió tiempo para comprar regalos para hembras. Aunque también compré unos dulces, unas chuches picosas, flores de jamaica, salsa valentina y nada de tequila, debido a que la ley seca no permitía su venta. Sí, han oído bien, ley seca, que duró desde el 15 al 17, ambos inclusive, por motivos de seguridad. Pero... si uno sabe que va a haber ley seca, se puede abastecer los días previos. En fin, cosas que pasan en México. Pues tras toda una mañana de compras y una comida copiosa, cargué la mochila de Paola a más no poder y nos fuimos cada uno para un lado. Ella a casa de su mamá, cargada hasta arriba con mis cosas. Yo al zócalo, con una bolsa de chetos (gusanitos gigantes algo picosos, pero no mucho). Bueno, no era una bolsa, era un bolsón, más o menos del tamaño de un pack de 4 botellas de pocacola de 2 litros cada una. Mientras me dirigía al zócalo, por una avenida desierta de coches y plagada de policias, militares, cadetes (desarmados, lo cual no sé que utilidad tiene en caso de emergencia) y prostitutas, mi celular sonó. El calor era sofocante. Yo camina algo apurado. Leí el mensaje. Los izquierdo necesitaban agua. Seguí andando. No encontraba donde comprar agua. Seguí andando. Pregunto cómo llegar al zócalo a un militar. El no sabe. Pregunto a otro. El sí. Me indica. Sigo andando. Hace calor. Encuentro donde comprar agua. La compro. Continuo mi camino y llego al primero de los controles. Me dejan pasar sin más. Veo una cola hacia la salida y me extraño, pero como no tenía ganas de pensar continuo. Mierda. Después de andar una cuadra (manzana) me encuentro con el segundo control. Hay que hacer cola para entrar (o formarse, como dirían los mexicanos). Ando en busca del fin de la cola. Está a dos cuadras y media. Tras esperar un rato, constato que cola de salida no es la cola de salida, sino un loop para entrar. Es decir, es como ir y volver al mismo punto pero teniendo que aguardar a que la gente de adelante avance. Afortunadamente no tardó mucho en avanzar. Eso sí, las calles siguen plagadas de personal de las fuerzas del orden. Cuando logro empezar a entrar me cachean. No llevo nada peligroso. Después tengo que esperar otra cola para pasar por uno de los no sé si 15 o 20 detectores de metales que hay instalados. Un cartel indica que está prohibido meter banderas, bebidas alcohólicas, petardos, armas y no sé cuantas cosas más. Afortunadamente mis únicas armas son una botella de agua y una bolsa gigante llena de chetos (que es como lo llaman los mexicanos). Tras lograr entrar, me doy cuenta de que encontrar a mis compatriotas puede ser complicado. Me sitúo en un lugar fácil de localizar y procedo a contactar con ello vía celular. Siguen en el Burguer King, avituallándose. Espero. Cuando ellos están cerca me informan de sus coordenadas. Yo, como experto en geolocalización, me pongo de puntillas y empiezo a otear al nivel de esa línea formada por las cabezas de la gente localizadas a mayor altura. ¿Por qué?. Por que a ese nivel es donde espero encontrar una cara conocida. Mi instinto no falla. Los encuentro. Me ven. Me acerco a ellos. Curiosamente hay un radio de 3 o 4 metros alrededor de ellos donde no existe humano alguno. Creo que ya se han dado cuenta de que somos unos infiltrados. Tras esperar a que terminaran de comer nos fuimos a una posición aventajada, entre medias de los dos escenarios principales.
La verdad es que no sé cómo comenzó todo, pero de buenas a primeras, empezaron a lanzar unos objetos alargados y blancos de multitud de los rincones de la plaza. Al principio era en la lejanía, pero poco a poco la lluvia de dichos objetos se acercaba a nosotros. ¿Qué serán?. Cuando supimos lo que eran, ¡queríamos uno!, ¡uno para cada uno!. Eran unos ponchos de plástico que contenía unas luces de esas que tienen varias posiciones de intermitencia. Entonces montamos guardia a la espera de que las presas pasaran cerca de nosotros. Fue una locura. Cuando una barra blanca se acercaba a nuestra zona siempre había alguien más atento o mejor colocado que nosotros que nos arrebataba tan preciado premio. Y en muchas ocasiones ese alguien era la misma persona, un joven que venía con toda la familia y que estaba cogiendo lucecitas para todos. Hubo quejas por parte del sector español. Él reía y seguía a lo suyo. A mí se me escaparon un par de las manos, por lo que sufría las quejas y humillación de Santi e Ignacio y alguno más que se unía a ellos. Al final le dije al joven atrapalotodo que le daba chetos si me conseguía una. No hubo suerte. Pero su familia consiguió los chetos. El gran tamaño de la bolsa y su contenido nos hizo afamados por las cercanías, eramos los chicos de los chetos. Hubo gente que los pedía a gritos. Se les fueron concedidos.


La verdad es que la gran parte de los espectáculos que se habían organizado hasta las 22 horas no eran dignos de la ocasión, y excepto los lanzamientos de lucecitas y otro momento culmen en el que todos acabamos sentados en el suelo, lo demás no animaba mucho. Quiero decir con esto, que si no llega a ser por el ambiente y el público en general, hubiera sido un poco coñazo. Y el momento ese culmen en el que acabamos sentados se debió a que el populacho vitoreaba al unísono "Que se siente, que se sienteee", y si no te sentabas... podía pasarte de todo. Hubo una chica, a la que llamaré "La de Blanco", que a pesar de que todos la gritaban para que se sentaran, rozando incluso la falta de respeto, se mantuvo en sus trece y no flexiono las rodillas ni un milimetro. Yo no daba crédito a la situación y no podía para de reir. El resto de personas temíamos levantarnos, y tuvimos que aguantar los adormecimientos y malestares surgidos de malas posturas.
Y si algo se caracterizan los mexicanos puede que sea por su sinceridad, y si no que le digan al pobre presentador del show qué tal se siente al se abucheado cada vez que salía al escenario. Es más, se había compuesto una especie de himno para el bicentenario, pero la gente en vez de eso cantaba el cielito lindo. Supongo que bastante le sometimos en su momento los españoles como para que ahora unos cuantos compatriotas les obligaran a cantar una canción un poco... fea, la verdad.

Y afortunadamente, tras una espera amenizada más por la gente que por los espectáculos preparados para la ocasión, llegaron las 10 de la noche. A partir de ese momento sólo quedaban 60 minutos para el tradicional acto del grito, y esos 60 minutos fueron espectaculares. Lo primero fue la conexión con televisiones de todo el mundo, durante la cual la mayor parte de la gente nos enfundamos nuestros ponchos y encendimos nuestras luces para festejar lo poco que quedaba para el grito. En ese momento se nos apareció Jesús a pocos metros, ¡ah no!, disculpen, parecía algún ser místico, pero realmente era un hombre que se había rodeado la cabeza de linternas a modo de corona y al cual había izado mientras el mantenía los brazos abiertos en forma de cruz. Si es que... gente zumbada existe en todos sitios. Además, empezó a llegar al Zócalo ese desfile que poco antes veíamos en las pantallas por las grandes vías del DF, donde todavía era de día mientras que en el Zócalo anochecía. La verdad es que estaba curradísimo todos los artefactos y disfraces que desfilaron, siendo los más impactante una serpiente emplumada gigante (echa de plástico y mucho aire) y el coloso, una estatua de Zapata de no se cuantos metros de altura (¿30?¿40?¿50?) que fue llevada a cachos para luego ser montada en el zócalo. Si alguien quiere ver imágenes de ésto puede buscarlas por la red o dirigirse a www.ignacioizquierdo.com, donde espero que dentro de poco Ignacio ponga algunas fotos. Yo no hice ni muchas ni buenas fotos porque por motivos de seguridad (o inseguridad) me llevé la cámara pequeña y la verdad es que no era la más adecuada para la ocasión, pero para eso tenemos a Ignacio y Santi.
Una vez que llegó el desfile y se levantó a Zapata, llegaba el momento álgido, ¡EL GRITO!. El presidente de la república mexicana hizo acto de presencia en el balcón principal del Palacio Nacional. Tocó la campana y comenzó su breve discurso, que básicamente era vitorear a una serie de héroes nacionales, a la independencia, al bicentenario de la independencia y a México (por tres veces). Impresionante la sensación, después de cada "Viva...no se quién" del presidente todo el mundo gritaba "¡VIVA!", y uno notaba como el sonido retumbaba, cómo el Zócalo se quedaba pequeño (a pesar de ser una de las plazas más grandes del mundo), cómo la gente estaba orgullosa de su país, cómo se emocionaban. Además, con cada "Viva México" tanto el presidente como la gente gritaba más y más fuerte, y tras ese momento de máximo apogeo, la gente empezó a gritar de alegría y a celebrar la victoria, esa victoria que se gestó hace dos siglos y que les hizo tener una identidad propia y muy peculiar, tanto al país en general como a las personas.
Después de este emotivo acto, el presidente se retiró y comenzó un espectáculo de fuego sobre el Palacio Nacional, acompañado de música y fuegos artificiales. Luego le siguió más fuegos artificiales, esta vez desde la Catedral, en cuya fachada se proyectaban imágenes de motivos típicos de México.

Y tras todo este gran espectáculo un ejército de chaparritas con escobas empezaron a limpiar toda la plaza de porquería y, no sé si a drede, de personas, que iban desalojando la zona con mayor efectividad que si la propia policia hubiera sido el brazo ejecutor del desalojo. Nosotros nos fuimos a un bar a tomar unas cervezas y poco más, ya que al día siguiente algunos tenían un día de visita de pirámides y otro tenía que prepararse para regresar a España.

La verdad es que fue un día muy intenso y cargado de emociones y sensaciones. No sé si existe una forma mejor de despedirse, por el momento, de un país como México.

¡¡¡VIVA MÉXICO!!!

domingo, 3 de octubre de 2010

VACIONES EN MÉXICO. 4ª PARTE: MANZANILLO.

Era jueves, primero de mes, y mucho antes de que amaneciera, tras haber dormido poco y no muy bien, el aquí presente se levanta. El autobus sale muy temprano y hay que aprovechar para visitar Guadalajara antes de llegar a Manzanillo. Tras unas 5 horas de viaje llego a Guadalajara y me informo. Para Manzanillo son otras 3 o 4 (no lo recuerdo). Debido a mi agitamiento, decidí coger el autobus hacia Manzanillo, Guadalajara sería la excusa para otras vaciones por el país, vacaciones que se harán realidad como muy tarde dentro de 4 años. Llevaba ya una semana en México y se me antojaba que llevaba meses, y no porque el tiempo pasara despacio, sino porque ya había vivido muchas cosas y además el ambiente de amabilidad y cordialidad te hacía sentirte así, como si llevarás mucho tiempo viviendo allí. Tras haber pasado unos días en el DF, ciudad que levemente conocía de antes y que se me sigue antojando demasiado ajetreada, un poco inhóspita (y me refiero a la ciudad, no a la amabilidad y el buen trato que me dieron Paola y su mamá, esta última incluso ya se metía conmigo para reírse a mi costa, como hace su hija); y después en dos hermosas y acogedoras ciudades que no había visitado antes, tocaba regresar a Manzanillo, ciudad donde 3 años atrás había vivido durante algo más de 6 meses.
Cuando el autobús estaba llegando a mi destino llovía y en el autobus hacía demasiado frío, tenían el aire a todo gas. Viendo el panorama me planteaba si en mi estancia en Manzanillo iba a echar de menos esos pantalones largos que no me llevé en la mochila porque me oprimían un poco, es lo malo de engordar. Pero nada más de bajar del autobus me dí cuenta que me equivocaba, el calor húmedo era agobiante. De hecho, durante los días que pasé allí, sufrí varias menopausias durante las cuales me acaloraba un montón y sudaba por todos los poros habidos y por haber de mi cuerpo.
Como son muchos los días que pasé en Manzanillo, 11 si mal no recuerdo, voy a pasar de contar lo que hice día a día y os mostraré un visión general de cómo fueron mis días por allí. He de destacar que tuve la extraña sensación de que yo no estaba allí de vacaciones, sino que era como si llevara viviendo allí toda la vida y... no sé, era algo raro, era como sentir que el tiempo no había pasado desde que me fui, y que todo seguía más o menos igual. Mis días allí en Manzanillo fueron como unas vacaciones dentro de mis vacaciones, un periodo de descanso después de mi primera etapa de vacaciones, durante la cual no apenas había aprado e iba de un lado a otro a visitar y conocer sitios y personas. Ahora tocaba descansar, ver a la gente con la que había convivido y trabajo hace unos años. La primera de esas personas: Gaby. La cual fue mi casera y compañera de casa tiempo atrás, y la que me ofreció alojamiento. Llegué en un momento delicado para Gaby, porque tenía su casa en obras y además le iban a devolver una casa que dió en alquiler un año atrás. A pesar de ello no dudó en ofrecerme dónde quedarme. Los primeros días los pasamos en la casa de la calle Ostión, y después estuvimos unos días en Colima, capital de estado, y ciudad donde viven sus padres y su novio. Fue agradable volver a ver a sus padres, los cuales me preguntaron que cuándo iban a volver a ir mis padres allí, y ya les indiqué que si todo va bien (cosa que ocurrirá) el año que vienen irán a hacerles una visita. Al verles otra vez me dio esa extraña sensación de que el tiempo no pasaba, que apenas llevaba unas semanas o días sin verles. Supongo que la amabilidad y el carácter amigable de ambos hacía que esta sensación se instalara en mí. Después de pasar esos días en Colima, durante los cuales me tuvimos un día de río y pescado frito, unas partidas de Catán yuna visita a la casa de la familia de Arturo (novio de Gaby) con el visionado de la última película de Stallone inclusive , volvimos a Manzanillo y ayudé a Gaby a tomar la decisión de trasladarse de casa (ya que la casa de Villa del Mar era más segura y espaciosa) y también la ayudé a ir trasladando cosas.

Gaby, con su casa irreconocible.

A parte de pasar la mayoría de las tardes con Gaby, aproveché el resto del día durante mi estancia allá para ir a la que fue mi facultad y ver al que fue mi jefe.,Liñán. Estuvimos platicando acerca de los proyectos en los que él anda trabajando, de la tesis en la que yo ando inmerso y también me propuso ir al charco a tomar trozos de coral para unos experimentos que tenían casi a punto. Lástima que al final no lograron resolver unos problemas de pH en los tanques de experimentación a tiempo para que yo pudiera acompañarles, pero... otra vez será. Estando en la escuela me chocó que la bibliotecaria se acordara de mí, y me permitiera usar un ordenador by the face. También estuve viendo a algunos profesores y alumnos, así como a un par de ayudantes de Liñán con los cuales yo coincidí en su momento.
Hubo un par de días que me acerqué a "La Tolva", barriada donde viven Santiago y Noemí, compañeros de aventuras. Curiosamente, la señora de la tienda de abarrotes también se acordaba de mí y me seguía fiando los envases de cerveza, cosa que con Santiago no hacía. Uno de esos días pude disfrutar de una enchilada cocinada por Noemí pero realizada con muy poco chile para que no me resultara molesta de comer, ya que hace años acabé llorando mientras me comía enchiladas preparadas por ella.

Entre Santiago y Noemí.

El resto de días básicamente los pasé dando paseos por la playa, en casa viendo la tele mientras diluviaba en la calle, bañándome en la playa acompañado por Paola (que vino a pasar unos días en Manzanillo), viendo a más gente (Mauricio, Rafa, Alejandro...) y también disfrutando de la piscina de la nueva casa de Gaby. Y como realmente creo que fueron unos días un poco más personales, más de pensar en mi futuro cercano, de plantearme nuevos propósitos, de disfrutar de la gente con la que tantos momentos pasé hace unos años, de... no sé, el caso es que como no quiero enrollarme mucho contando cosas que seguramente sólo me interesen a mí, os dejo una serie de fotos, con algún comentario más o menos largo acerca de lo que contienen.

Mauricio (alias Tigre), Jose (alias Pepe) y Rafa (alias Kuas), haciendo lo que mejor saben hacer.

Algunos de los numerosos rastros de acción de dípteros molestos en mi persona. Hubo un momento en el cual llegué a contar 50 picaduras sólo por debajo de los tobillos. Por suerte el agua de playa ayudó a que desaparecieran pronto y ninguno de mis agresoras era portador del tan temido virus del dengue.

La Audiencia. Playa rodeada de hoteles y mansiones.

Con Paola en la playa de La Boquita.

¡¡¡Un famoso!!! Se hace llamar "K-paz de las latas" o "Grupo latas". Hay un montón de videos suyos en internet. Me sorprende lo fácil que puede llegar a ser ganarse la vida de forma honrada y alegrando el día a la gente. Es un genio. Os dejo un ENLACE para que le conozcáis.

La Boquita. La Boquita es la playa que hay al lado del arrecife que en su momento fue el objeto de estudio de mi investigación. A dia de hoy el que fue mi jefe ya ha realizado experimentos en los que demuestra de forma más que convincente que el mal estado de este arrecife se debe a un canal que vierte agua hipersalina y caliente directamente en el arrecife. Dicho canal proviene de una laguna que está bordeada por zonas de manglar y por la Universidad.

El Pez Espada. Manzanillo es conocida como la Capital Mundial de La Pesca del Pez Espada. Y sí, así de feo es el monumento más característico de la ciudad, que se puede ver a kilómetros de distancia.

Los dos besugos. Una mañana de compras por el centro con un calor atosigante puede mermar la salud mental. Lo preocupante es que la foto fue tomada antes de empezar a mirar tiendas.

¡¡¡Qué gran amistad!!!

Haciendo fotos chistosas entre tienda y tienda.

En la oficina.

Como un apunte de la estupidez humana, en su momento, cuando cambié euros por pesos, decidí no cambiar todos los euros. Durante mis días por Manzanillo pasé un periodo de "pobreza circunstancial", ya que mi tarjeta de crédito se negaba a funcionar, y mis pesos fueron disminuyendo en cantidad hasta casi desaparecer. Además, yo llevaba 60 euros en la cartera que no servían para nada. ¡Qué pardo fui!, los tenía que haber cambiado en su momento. Pero bueno, al final pude solucionar mi estado y dejar atrás esta "pobreza circunstancial" que me hizo pensar que para que sirve tener dinero en el banco si no puedes acceder a él. Lecciones que da la vida.

Al final los días se me hicieron muy escasos para hacer todo lo que quería hacer, pero espero poder volver dentro de unos años. Y tras pasar unos días en la que fue mi ciudad, tocaba regresar a México DF, donde llegaría un miércoles 15 de septiembre, día del Bicentenario de la Independencia de México, día en el que se realizaría una ceremonia conocida como "El Grito", en la cual se reproduce el breve, directo y conciso final del dicsurso que en su momento dio el cura Miguel Hidalgo en poblado de Dolores (hoy conocido como Dolores Hidalgo), y que fue el punto de partida de la Guerra de Independencia de México. Yo todavía no sabía qué iba a hacer o dónde iba a estar durante la celebración de dicha fiesta nacional, pero...


... ya os contaré.