viernes, 11 de mayo de 2007

Vacaciones por el centro del País (V)- MUSEO ARQUEOLÓGICO Y ZOO.

Tras pasar una noche “movidita” en la Terminal de autobuses Norte de México DF, y apenas dormir un par de horas, debido a que los putos guardias me despertaban porque no permitían dejar a gente acostada en el suelo, llegué a Cuernavaca. Aquí pasé el día con Santiago y Noemí, compañeros de clase, y como ellos se volvían por la noche a Manzanillo, regresé de nuevo al DF. Llegué tan sobado que todavía no sé cómo pude llegar sano y salvo al hotel, me bajé del autobús superdormido, deambulé por el metro y las calles céntricas y por fin llegué al Hotal Alfayate. Aquí estuve alojado días antes, y curiosamente, esta noche me cobraron 100 pesos menos porque solo iba a usar una de las camas de la habitación doble, descuento que días antes no me hicieron, por lo que me lo cobré con una hermosa toalla-recuerdo.
Bueno, pues tras recargar energías, me dispuse a abordar mi objetivo final: el Calendario Azteca o Piedra del Sol, una piedrota de 3.6 metros de diámetro y 25 toneladas de peso. Está algo deteriorada porque allá por 1790 se les ocurrió ponerla en el costado de una de las torres de la catedral, y allí sirvió de blanco para soldados e incluso el lanzamiento de inmundicias de la gente. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Arqueología.


Pues tras agarrar el metro, donde encontré algún monumento prehispánico y una guía en el suelo para ciegos (cosa que no estaría mal importar), llegué a lo que pasé a denominar “El Parque del Retiro, Versión Mexicana”. Para aclararos un poco, lo de la guía para ciegos no es más que un surco en el suelo por donde llevan su bastón, y así saben por donde ir. Está puesta de tal forma que no se choquen con ningún obstáculo de la pared ni nada por el estilo (si no no valdría para nada, solo para dejar moratones en ciegos).

Cerca del museo que pretendía visitar, está ubicada una estatua de más de 70 toneladas de peso del dios Tlaloc, anteriormente nombrado en mis crónicas.

Una vez dentro del museo, me topé con una exposición temporal acerca de la cultura mesopotámica y persa. Se trataba de una exposición realmente interesante, con gran cantidad de hermosas piezas, e incluso algunas partes interactivas donde te podías sentar en un cuarto típico de mezquita a leer textos de cuentos de épocas pretéritas. Realmente me levantó el gusanito de visitar la antigua mesopotamia, pero creo que ahora no es buena época, debido a las tensiones terroristas de la zona. Habrá que esperar.


El Museo Nacional de Antropología es simplemente INMENSO, trata de todas las culturas existentes en México desde la prehistoria hasta la actualidad, exceptuando la cultura occidental. Actualmente hay diversas tribus o grupos étnicos con costumbres y hasta dialectos propios, alguna de ellas aisladas en tierras altas, donde disfrutan de su ritual del Peyote, muy deseado por mucho jóvenes occidentales. La verdad que la cantidad de información y culturas era tan numerosa que me saturé, así que me embarqué en encontrar la causa por la que me encontraba allí. También estaba cansado porque llevaba 4 días viajando de un lado para otro viendo cosas a cual más hermosa, y ya era incapaz de abarcar mucho más, pero creo que si tengo chance volveré a visitar este museo.


Piedra del Sol o Calendario Azteca (en otra ocasión os explicaré su significado)

También me adentré a una exposición de pintura, con un estilo muy peculiar, siendo este el único cuadro que llegó a agradarme.

Y tras esta saturación de información, me fui al zoo. Recomendación: si es sábado procurar no ir al zoo. Los sábados no hay colegio, así que podéis ir sacando conclusiones de lo que tuve que soportar, y así me quedé, con esta cara de pánfilo.


Chango con changuito (mono con cría)

Y tras comprobar que los zoos siguen sin gustarme mucho, me dí un paseo por “El Retiro Mexicano”, donde me crucé con más de una ardilla.

Tras esto volví al museo a recoger mi mochila, y me encontré de nuevo con los voladores de Papantla, pero esta vez con alguno de los edificios más altos de México de fondo.


Pasado el espectáculo me fui a mi conocida estación de autobuses, y esperé al bus leyendo un libro, cosa que me amenizó muchas largas esperas. Luego, en el autobús, tocó dormir, y dormí tan bien que cuando desperté sólo quedaban 5 personas en el autobús, porque el resto se había bajado en Colima, menos mal que yo iba al final del trayecto (de 11 horas). Y aquí se acabaron mis 2 semanas de vacaciones, pero no mis periplos por tierras aztecas. Ya os hiré contando.

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