lunes, 14 de mayo de 2007

Visita de mis progenitores (II). De cenas y comidas.

Bueno, pues retomo la historia de la visita de mis padres. Tras la noche en que visitamos las hadas y tal y pascual, tomamos una simple rutina: mis padres se iban de turismo por las mañanas, mientras yo iba a la escuela, y coincidíamos normalmente para comer. Por las noches nos íbamos de cena con Gaby, para degustar los exquisitos platos de los lugares más selectos (o no) de Manzanillo.
El martes 24 nos fuimos a cenar unos tacos a “La Sonrisa” o algo así. Allí tuvimos un pequeño momento tenso, cuando mi padre le pidió a un/a camarero/a que estaba de espaldas un tenedor, y al darse la vuelta llegó la confusión, ¿cómo mearía? ¿de pie o sentada? Era el primer trabelón que mis padres veían en tierras mexicanas, y el propio hombreomujer no abrió la boca, suponemos que porque tendría una voz demasiado varonil para un cuerpo de casimujer. También tuvieron la oportunidad de conocer a una tortillera (y no me refiero a una chancla, lesbiana o bollera), que es una mujer encargada de hacer tortillas de maíz, a una velocidad alarmante, y con la ayuda de una tortillera, que en este caso es un aparato para aplastar la masa de la tortilla y así quedar ésta plana, lista para cocerse en la plancha.
Al día siguiente, mis padres se fueron a la ya mencionada, en ediciones anteriores, playa de la Audiencia. Yo llegué justo a la hora de comer, y tras quemarme los pies con la arena y un breve baño, en las frías aguas del Pacífico, nos dispusimos a ingerir en el primer chiringuito que encontramos y que nos satisfizo visualmente. Pedimos una orden de ceviche, que es atún con jitomate (tomate en España), un poco de chile y alguna fruta o vegetal más, que se come con tostadas (que son tortillas de maíz fritas y crujientes); y también pedimos un guachinango al ajillo, que es un pescado muy común por acá. La verdad es que las 2 cosas estaban riquísimas, comimos mientras nuestros pies descansaban en la gruesa y fresca arena de la playa. También nos acompañó un gato que llegaba a tocarme con la pata para que le echara de comer, y el pobre andaba muerto de hambre, así que le concedí algún premio. Pero luego vino su amigo, que era feo de cojones, estaba medio calvo y desnutrido, así que nos aligeramos para alejarnos de tan ingrata visión. Luego tocó otro remojón (por parte de mis padres) y una pequeña siesta en la playa, a la sombra de un frondoso árbol.
Alguna noche después fuimos a cenar a un sitio llamado “El Vaquero”, a petición de Gaby, donde pedimos una orden de parrillada. Ese día eché de menos tener mi cámara a mano. La parrillada se servía sobre una pieza de piedra, que a su vez descansaba sobre una especie de cubo de metal que poseía unas enormes ascuas en su interior. Rico rico, distintos cortes de carne satisficieron nuestro exquisito paladar, acompañados de un platillo con chiles. Os contaré brevemente que pasó con los chiles: mi madre y Gaby sólo se comieron uno cada una y acabaron enchiladas (es decir, con mucho picor en la boca), mi padre sólo tomo uno pero aguantó la embestida. Yo, adaptado ya a las exigencias mexicanas, me tomé 6 chiles y ni me inmuté, como si no me picaran, echándole coraje y valor. Seguramente alguno de los presentes osará a modificar la historia, para desmentir públicamente mi resistencia a los chiles, no sé qué tipo de historias se inventarán, serán capaces hasta de decir que mis chiles no picaban, pero ninguno osó a probarlos. Bueno, y tras comer carne hasta más no poder, tocó irse a dormir, que al día siguiente algunos teníamos que ir al trabajo (y a lo mejor a trabajar).

Y creo que hasta aquí es todo lo que aconteció en la primera semana de estancia de mis padres, antes de que partiéramos a pasar unos días en Colima, en casa de Gaby, con sus padres y hermano.
Bueno, se me olvidaba decir que Gaby se fue un día a hacer deporte, a unas tierras que su padre tiene por Manzanillo, y ese día llegó a casa cansada, e incluso más delgada. Las tierras están a menos de 100 metros de casa, y simplemente fue a comprobar que estaban limpias de matojos. Pero como siempre va a todos los sitios en coche, antes de ir le pregunté que si iba a ir andando, muy sorprendido yo, y me dijo que sí, que estaba hay al lado. Y con esto empezaron las risas en torno a su duro ejercicio. Menos mal que se lo ha tomado bien, aunque creo que me quiere echar de mi habitación al patio, según he podido oir en algunas ocasiones. Me aferraré a mi cuarto para que no me lleve fuera. Ya os contaré donde acabo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, en lo que respecta a la ingestión de chiles, corramos un tupido velo.
En lo referente a la posible salida de tu habitación, no debe ser problema después de tu última adquisición para descansar.

Anónimo dijo...

HOLA MI AMOR.
ES VERDAD LO Q DICE MI NIÑO,PUES LOS CHILES Q LE TOCARON A EL PICABAN UN MONTO,YO SIN DASE CUENTA PROVE UNO Y ME DIJE,MI HIJO SE ME ESTA VOLVIENDO MEXICANO TOTAL.A MI ME DURO EL PICOR LO MENOS UN SEMANA.
LO DE ,NO SE Q,NOS QUEDO LA DUDA DE SI ERA CHICO O CHICA.
SU NUEVA CAMA ES GUAY,TENIA Q HABER LA AQUIRIDO ANTES.
INFINIDAD DE BEZOZ Y ABRASOS.
TE QUIERO MUCHO.

Anónimo dijo...

Yo creo que en efecto esos chiles no picaban, o quizás hiciste como Homer y te echaste cera líquida en la boca para hacerte una película protectora.
Por cierto, pregunta obligada. Con tanto picante que tal se está comportando el ojo de Sauron??
Santi.

José Francisco dijo...

Bueno, he de decir que ninguno de los chiles picaba. En cuanto a lo del ojo de saurón, lo que ocurre es que tomo poco picante, pero cuando lo tomo mis mulatitos salen más dispersos, y tengo embarazos múltiples. Para más informaqción algún día le haré una fotillo de recién nacidos, porque suelen quedar flotando. Por ahora mi ojo que todo lo ve oscuro no ha sufrido daño alguno, pero dicen por acá que algunos chiles pican al entrar y al salir.

Saludos.

PD: en breve veréis mi nueva "cama".